"QUIEN PERMANECE
EN EL AMOR, PERMANECE EN DIOS" (1 Jn 4, 16).
"La nueva máquina ya se había echado a andar, el movimiento de
las distintas piezas entraba en el ritmo constante y habitual;
todo anda bien, ¡hay producción y tranquilidad!. Sin embargo,
hemos sentido la gran necesidad de detener por un instante la
marcha, nos queda claro que la asistencia técnica la otorgan los
especialistas en producir saberes, pero falta el líquido que
lubrica el engranaje, ese que hace posible el movimiento
inequívoco y estable, el que elimina los chirridos y el
sobrecalentamiento. El que nos da seguridad".
Que frío puede ser nuestro ejercicio profesional
si lo vemos desde una perspectiva industrialista y/o mercantil;
afortunadamente podemos, todavía, agradecer la posibilidad que
se nos otorga de lubricar nuestras prácticas con experiencias
de orden reflexivo y espiritual; no cabe duda que el lubricante
al que hago alusión es el mensaje amoroso de Jesús, es la
invitación que nos hace a permanecer en y con su Padre que nos
ama.
El miércoles recién pasado nos dirigimos como
Sección, una vez más, hasta el monasterio trapense Santa María
de Miraflores, contentos porque ya conocíamos el lugar y con el
ánimo de compartirlo con aquellos profesores que se integraban a
nuestra coordinación. El propósito del retiro nos obligaba a
apartarnos y silenciarnos (cosa difícil muchas veces), el
encuentro con Jesús era personal y directo, porque se nos
explicó, luego, que partiendo de esa experiencia podíamos hacer
comunidad. Una comunidad como la primera de Jerusalén, en la que
el amor medía todo.
Agradecemos al Padre Luís Escobar, nuestro
capellán, quien nos regalo un poco de lo que él sabe hacer muy
bien: acompañar y orar- Nosotros nos quedamos con esa tarea,
que a final de cuentas es hacer Iglesia.