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XX Jornada Mundial de la Juventud Colonia 2005 "Hemos venido a adorarle"
Por
Instituto O'higgns .
Publicado:
1 Septiembre 2005
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La fría mañana del miércoles 3 de agosto, ya sobrevolando la Cordillera de los Andes, se cumplía nuestro proyecto por tanto tiempo anhelado: poder participar, junto a otros 2000 chilenos, de la XX Jornada Mundial de la Juventud. Sabíamos que el país que iba a recibirnos sería muy diferente al nuestro y, quizás, encontraríamos dificultades, como el idioma, los horarios, etc, pero el ir junto a la delegación más grande de Chile, la del Movimiento de Schoenstatt, disipó pronto nuestros temores.
Nuestro primer destino fue München, una gran ciudad al sur de Alemania, en la que pudimos constatar la justa fama que tienen los alemanes del orden, la limpieza y la responsabilidad, reflejado en la exactitud de sus trenes, el respeto y la tolerancia a los turistas, entre muchas otras cosas. Aprovechando esos días, visitamos el campo de concentración de Dachau, donde pudimos visualizar las paupérrimas condiciones en las que vivieron los prisioneros del régimen nacionalsocialista durante la segunda guerra mundial, los crematorios, cámaras de gases y las barracas. Después de esta experiencia, nos dirigimos al pueblo de Vallendar, donde se realizó el Encuentro de la Juventud de Schoenstatt. Acá pudimos participar junto a jóvenes schoenstattianos de diferentes partes del mundo, trabajar en talleres, visitar los diferentes santuarios que ahí están, conocer más sobre las diversas culturas participantes del Encuentro que, aunque diferentes, tienen algo que compartimos todos, que es nuestra fe en Jesucristo y pertenecer a su Iglesia. Acá pudimos encontrar la espiritualidad que necesitábamos para el encuentro que en unos días más tendríamos con el Papa en Colonia. Pudimos participar aquí del Festival de la Juventud, en el que varios países presentaron sus bailes y cantos típicos, además de la presentación de Gregor Linssen, autor de la canción oficial de la Jornada Mundial, “Venimus Adorare Eum” . El Festival finalizó con el lanzamiento de fuegos artificiales, en medio de cantos y alegría juvenil. Posteriormente a este encuentro, emprendimos el viaje rumbo a Friburgo, al sur de Alemania, para encontrarnos con los católicos de esa diócesis. Allí compartimos con familias alemanas, pudiendo conocer sus costumbres, sus platos típicos, su hospitalidad y acogida. Entre las actividades que realizamos, se cuentan visitas a castillos, fábricas de vino y agua mineral, granjas típicas del país, etc. Además, tuvimos misa junto a nuestros anfitriones, en alemán y español, junto con diversas actividades recreativas como fútbol y una fascinante visita a Europa Park, uno de los parques de diversiones más grande de Europa. En esos días tomamos conciencia del aporte que podíamos dar a los alemanes, al vivir nuestra fe de una manera más alegre y espontánea. Luego de estos días de convivencia juvenil, encaminamos nuestros pasos hacia el esperado encuentro con el Papa. En Colonia nos encontramos con un colapso total del sistema de transporte (trenes y tranvías) producto de la llegada de más peregrinos que lo previsto. Pero aún así, pudimos visitar la Catedral de Colonia, que nos impresionó mucho por su tamaño y arquitectura. Esta iglesia data de 1248, año en que empezó su construcción; junto con Notre Dame y la Basílica de San Pedro, esta Catedral es una de las más grandes del mundo. Además de esta visita hubo más actividades, como la misa de apertura de la Jornada Mundial, una por cada ciudad donde se realizaba el encuentro (Colonia, Bonn, Düsseldorf, esta última nos tocó a nosotros). En nuestro caso la misa se realizó en el LTU arena de Dusseldorf, un estadio con capacidad de 60.000 personas. También tuvimos oportunidad de encontrarnos con nuestro Cardenal Francisco Javier Errázuriz, con el cual tuvimos misa como delegación chilena. En esta ocasión llamó a los jóvenes de Chile a “vivir en el mundo como verdaderos adoradores de Dios”. Posteriormente, recibimos al Papa en su llegada a Colonia, pasando en barco por el Rhin y saludando por primera vez a los miles de peregrinos que lo esperaban en las riberas de ese famoso río. En último lugar, nos dirigimos a Marienfeld (el Campo de María), una explanada inmensa, para tener una noche de vigilia con el Papa. La concurrencia a este evento fue muy numerosa, por lo que cada uno contaba con muy poco espacio para moverse y para dormir posteriormente, pero estas incomodidades se olvidaron rápidamente cuando Benedicto XVI tomó la palabra y dirigiéndose a todos, en varios idiomas, nos recordó la peregrinación que habían hecho los reyes magos de oriente, que dejaron todo y fueron a adorar a Jesús, que era lo que habíamos ido a hacer nosotros también, adorar a Cristo. Luego de pasar la noche durmiendo en el suelo ( o tratando de dormir), al caer la mañana nos preparamos para celebrar la misa del encuentro. Este fue el momento culmine de la Jornada, pues el Papa dio su mensaje más importante, “la Eucaristía debe llegar a ser el centro de nuestra vida”, pues ahí es donde Jesús se hace presente en medio de nosotros.
 
Luego de esta emotiva celebración eucarística, llegó la hora de volverse cada uno a su lugar de origen, llevándose consigo el mensaje del Santo Padre, para poder hacerlo realidad y contagiarlo en nuestra vida cotidiana, en nuestro colegio, con nuestros amigos y, especialmente, con los que están más alejados de la fe.



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