Durante el año los profesores y administrativos se reunieron para afiatar el compromiso de una comunidad marista evangelizadora y solidaria.<br />
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La Espiritualidad Apostólica Marista es una experiencia viva y dinámica de Dios, que se orienta a la contemplación y a la acción al mismo tiempo. Transformados por el amor de Jesús y llamados por María, somos enviados a la misión, a anunciar la Buena Noticia de Dios a los niños y jóvenes, especialmente a los más necesitados.
“Cuando se habla de espiritualidad nos referimos a ese fuego inextinguible que arde dentro de cada uno de nosotros, que nos llena de pasión por la construcción del Reino de Dios y se convierte en la fuerza impulsora de nuestras vidas, dejando que el espíritu de Cristo nos guíe”.
Estas palabras contenidas en el texto marista Agua de la Roca, transmite lo que desde la Congregación Marista y específicamente nuestra Provincia Santa María de los Andes ha querido impulsar en los colegios, con sus educadores y personal en general, como una manera de fortalecer nuestra vida y misión.
En sintonía con este proyecto, este año se han propuesto objetivos a lograr a través de los tres encuentros de reflexión en el año, realizados los días jueves en la tarde. Estos objetivos han apuntado a:
1. Sensibilizar a la comunidad educativa en diversos temas que tocan la vida y revisarlas desde la fe.
2. Conocer y asimilar aspectos del carisma marista (misión, vida compartida, espiritualidad) vivenciándolos en lo cotidiano.
3. Reforzar nuestra pertenencia a la Iglesia de Jesucristo como laicos y laicas, Pueblo de Dios, comprometidos en la construcción de su Reino.
4. Ayudar a cada persona a descubrir la acción de Dios en la vida cotidiana propia y en la de los demás, realizando lecturas de fe de los diversos acontecimientos que vivimos.
5. Mantenernos en sintonía con el XXI Capítulo General, dándole sentido al DEPRISA, de la llamada fundamental.
Sin duda alguna esta experiencia vivida y compartida colegialmente, es el impulso necesario que nos anima a continuar nuestra tarea de educar y especialmente nos hace crecer en lo personal y espiritual, acogiendo el llamado de centrar nuestra vida en Jesucristo, para mostrarlo a los demás y hacerlo amar.