Tuve la ventura de conocer al Hermano Seán D.
Sammon, Superior General del Instituto de los Hermanos Maristas
de la Enseñanza. De padre irlandés y madre inglesa?inmigraron a
EEUU, naciendo, Seán Sammon, en 1947 en Manhattan, Nueva York;
lugar donde estudió y emitió sus primeros votos, graduándose en
1970.
Doctor en Psicología clínica de la Universidad de Fordham;
autor de variados libros sobre temas psicológicos y vida
religiosa. En octubre de 2001 fue elegido
Superior General de esta congregación que, hoy, está presente en
77 países del mundo con casi 52.000 religiosos y seglares,
educando a medio millón de niños y jóvenes en cada rincón del
orbe y experimentando sus gozos y penas; siendo concientes del
bien que pueden hacer, pero esencialmente, creyendo en ellos en
los niños- y en su futuro.
Ventura, suerte; mejor: bienaventuranza de poder
escuchar y compartir con una persona que ya viene devuelta de
los altares de la erudición para llegar y quedarse, acá abajo,
en la silente sabiduría, comprendiendo que la vida es bella,
pero cuando se ama y que, misteriosamente, a pesar de haber
logrado muchos títulos, diplomas, maestrías y otros, ha elegido,
o bien, le han elegido; aunque se percibe, en definitiva, que Le
ha elegido para ser documento, testigo y testimonio del valor de
la sencillez en una época en la cual éste- brilla por su
ausencia, tanto en la sociedad toda, como en las
organizaciones. En una sociedad en la cual,
aunque duela, sigue primando el dinero por sobre el amor y, en
la cual, la sencillez de los grandes hombres que en el mundo han
sido, aparece exhibida como en Cambalache; el de Enrique
Santos Discepolo- junto a la Biblia y ésta contra un calefón.
Estas experiencias hacen interpelar a lo más profundo de nuestra
conciencia; mas, sin descubrir respuestas inmediatas; más bien,
multiplicando un sinfín de interrogantes que se vuelven a
cuestionar ante esta dicotomía que, al parecer, acompañará por
mucho tiempo nuestras decisiones.
Uno de los asistentes comentó y preguntó a Seán
Sammon: He escuchado su presentación y he advertido que ha sido
recurrente en la idea de que es necesario ayudar a descubrir,
tener y desarrollar los sueños en los niños y jóvenes. ¿Por qué
y/o para qué es significativo o importante desarrollarlos Él
respondió algo así: Saber descubrir sus sueños, sin presiones;
más bien con celo, es decir, con cuidado, diligencia y el esmero
que debemos poner al hacer algo; o con el interés extremado que
se siente por alguien, es imprescindible
para producir y desear un cambio
Ayudar a los
niños y jóvenes a tener y desarrollar sus sueños constituye,
junto a la esperanza, los motores que pueden generar la
creatividad y ese cambio en sus vidas que les permitirá el
desarrollo. En otras palabras, sin sueños no hay visión y, sin
ella, poco y nada queda de esperanza para poder moverse de
manera intrínseca. Por lo tanto, el gatillar la capacidad de
soñar es como poner la primera piedra que permitirá construir el
edificio de sus vidas; y también de las nuestras.
Finalmente, es posible colegir que estos sueños,
a diferencia de los de Pedro Calderón de la Barca, constituyen
el Big Bang de la motivación esencial y necesaria para echar a
andar proyectos tanto personales, como cooperativos. Pocos
creyeron en Colón cuando aseguraba que más allá del horizonte de
las aguas se erguían otras tierras. Lo propio debió haber
ocurrido con la novela de Julio Verne De la Tierra a la Luna
en el año 1865, donde, de seguro, más de alguna
sonrisa socarrona se esbozó tras su publicación.
Y así, muchos ejemplos en los cuales, en primera instancia, esos
sueños aparecían como meras quimeras y, al pasar de los días, se
transformaban en realidad. La utopía es quien mueve la historia
de la humanidad. Y, si esas utopías y sueños mantienen viva la
esperanza, es porque las sabias palabras del Superior General
Seán Sammon constituyen un pilar más para nuestro vademécum como
educadores.
* Carta publicada en el Diario El Rancagüino,
el miércoles 25 de Abril de 2007.