Eran muchas las expectativas en esta jornada.
Después de un largo recorrido comenzado en séptimo básico,
llegaba el momento de disfrutar de la última instancia de retiro
que tendríamos como curso en nuestro Colegio. El bus se dirigió
hasta la Iglesia de Coltauco, un lugar ideal para reflexionar,
alejado del tráfico vehicular y del quehacer cotidiano.
Estamos terminando una etapa importante en nuestra vida, una
etapa donde aprendimos y hemos adquirido modelos que nos
permitirán desarrollarnos como virtuosos ciudadanos en la
sociedad.
El primer momento lo vivimos en el comedor de la
Iglesia. El Sr. Fernando Espinosa, comenzaba a motivar la
jornada. Fue el momento para entregar nuestro mensaje, nuestros
consejos (de acuerdo a nuestra experiencia colegial), tanto a
los profesores, hermanos maristas, apoderados y compañeros de
niveles menores.
Reflexionamos sobre el éxito, la vocación y el fracaso. Muchos
salen del colegio, con ideales, y muchos son los que vuelven,
sin cumplir sus objetivos. Solamente depende de cada uno de
nosotros el construir nuestro futuro. El colegio ya lo entregó
todo.
Después de un rico desayuno y un merecido recreo,
comenzamos a vivir el segundo momento, dirigido por el Sr.
Gonzalo Yávar.
Nunca nos imaginaríamos que ese momento marcaría
tanto nuestra identidad como curso. Dar gracias fueron las
palabras con que comenzó la charla. La invitación era a
agradecer a las personas que habían estado siempre con nosotros,
pero de una manera muy especial. Debíamos escoger 2 tarjetas y
escribirle a un compañero de curso, el cual fue muy
significativo e importante en tu vida, o para pedir perdón a
algún compañero al cual se ha hecho daño. La invitación era a
expresar nuestros sentimientos y nuestra sinceridad, a quienes
han sido nuestros compañeros y amigos durante mucho tiempo.
En la otra tarjeta, se debía elegir a algún
profesor a lo largo de toda nuestra enseñanza (desde 1º básico a
4º medio).
Escoger entre tantas amistades que uno ha formado, resulta algo
difícil, y al comenzar a escribir las primeras líneas de la
tarjeta, comencé a sentir y a valorar todas las cosas que he
vivido a lo largo de mi educación.
Para cerrar este emotivo acto, debíamos entregar
la tarjeta a nuestro compañero junto con un gran abrazo. Fue ese
el momento desbordante, donde afloraron todos los sentimientos,
entre de lágrimas, fuertes saludos y abrazos, muchos se
agradecían o pedían perdón al compañero que tuvieron al lado,
durante tantos años.
Es sin duda un momento que no se olvidará tan
fácilmente en nuestras retinas, ya que la emotividad y calidez
por parte de todo el curso se sintió firmemente. Terminamos
dándonos la paz, una paz significativa. Era el momento para
disculpar impasses y cohesionar al curso.
Para concluir la jornada, terminamos celebrando con un rico
asado, donde aprovechamos de compartir al máximo, entre bromas y
sonrisas, con nuestros compañeros y profesores.
La experiencia fue inolvidable. Lo importante es
recordar nuestras raíces, recordar que cada uno de nosotros ha
sido lo que es gracias a nuestra familia, a nuestro colegio, y
en gran parte, en como nos hemos desarrollado entre nuestros
compañeros.
Solamente me queda agradecer, en primer lugar a
Dios por permitirme vivir estas experiencias, al padre Sergio
Farías, por su gran acogida y voluntad en facilitarnos la
Iglesia de Coltauco, a los profesores que animaron la jornada
(Sr. Gonzalo Yávar, Michel González y Fernando Espinosa), al
colegio y a sus profesores, por todo lo entregado, y, por
supuesto, a mis compañeros.
El éxito es el premio del
esfuerzo personal. El éxito se obtiene solo con pensamiento
firme y seguro de saber lo que se quiere llegar a ser