Cuando llevas tiempo participando de una
actividad vinculada con el arte, como lo es en mi caso, y en el
de todos quienes participamos del Coro del Colegio; reconoces y
observas el esfuerzo de toda una vida por sacar adelante algo
tan importante como es la música: la simple expresión de
nuestras emociones, a través de un canal que hace posible la
participación de todos tus sentidos, que se enfocan en un solo
objetivo:
llevar a quienes te escuchan, la expresión pura de una
sensibilidad única, que se logra también al saber comunicar lo
que quiero decir, esto es, aquello que deseo transmitir a los
demás, solo que a través de una vía peculiar, que requiere
atención y participación tanto del que emite melodías, como de
aquel que aprende a escuchar.
Quise hacer esta introducción, a modo de hacer
una reflexión acerca de lo importante que es el arte y sus
derivados en nuestras vidas, y del a veces poco honor que se
le asigna. En nuestro caso, nos sentimos orgullosos de ser un
grupo unido, confiable, y que sabe entregar lo mejor de sí, al
igual como nos conforta saber, que nuestro esfuerzo y
dedicación, es bien aceptado, recibido, y porque no decirlo,
aplaudido.
Esta vez nos tocó ir de visita el jueves 8 de
Septiembre a la Universidad Andrés Bello (Campus República),
donde presenciamos de antemano, a una variada gama de coros, de
diferentes establecimientos educacionales de la Región
Metropolitana. Cabe mencionar sin embargo, que es aquí cuando
uno valora lo que tiene, ya que como dice nuestro profe, Sr.
Eduardo López, lo que nosotros hacemos no lo hace nadie. Esto
no carece de humildad, sino que trata de hacernos reconocer, a
nosotros mismos, que nuestro trabajo es bien recibido y
catalogado por las personas.
Continuado con la presentación de canciones que
tocaban diversos estilos, desde el infantil hasta el juvenil,
desde el nuevo hasta el clásico; nos tocó salir al escenario,
ante un público que pese a la gran calidad de los grupos
presentados anteriormente, se encontraba algo agotado por el
tiempo que llevaba ahí, esperando en algunos casos por salir a
participar, en otros por saber cual iba a ser el resultado
final; en fin, pasamos al plató central.
Luego de una afectuosa presentación, por parte de
la conductora del evento; salimos a escena. Muchos de nosotros
pese a las horas de preparación, no evitábamos claro ponernos un
tanto nerviosos, pero siempre seguros y pensando de forma
positiva que todo tenía que salir bien.
Nuestro profesor nos presentó frente al público, destacando que
para él lo maravilloso de esto, es que puede integrar en un
solo grupo a diversas realidades humanas. Unos recién ingresando
al mundo colegial, y otros, como es en mi caso, despidiéndose
enriquecido de un camino de importantes y valiosas lecciones.
Como parte de nuestro repertorio, mostramos al
público nuestros destacados juegos de niños, donde se combinan
voces y movimiento, a manera de dar vida a lo que se está
representando. Luego de presentar dos de este tipo, procedimos a
interpretar la obra Un violinista en el tejado, la cual consta
de diversas puestas en escenas. Algunas con representación casi
exclusiva de la voz, otras en que se dedica gran parte a la
actuación, y otras en que se combinan ambas, dando paso a un
juego de voces y movimientos, que lograron mantener atento al
público, y porque no decirlo, en muchos casos risas, pero no de
burla, sino de respuesta frente a lo que estábamos
representando, que era justamente lo que a veces esperábamos
conseguir.
Para finalizar, presentamos un nuevo juego de
niños, a modo de despedirnos del evento.
Es así como entre comedia, voces, risas, actuación, puesta en
escena en general, logramos cautivar al público, recibiendo por
nuestra parte, un caluroso aplauso. Aplauso que nos motiva a
seguir cantando y encantando a un público que espera, al igual
que nosotros, dar no solo una excelente puesta en escena, sino
que busca también mostrar que la música y el arte, pueden y son
capaces de transmitir emociones, que van más allá de un simple
conjunto de voces o imágenes en acción figuradas.