Temprano en la mañana, dimos inicio a la esperada
visita a los sectores rurales de Marchigüe, La Estrella y
Litueche, algunos estaban inseguros, otros estaban ansiosos,
otros decían que el contacto con la familia no lo tenían desde
la experiencia del año pasado, otros estaban contentos por
volver a ver a las familias, pero estoy seguro de que todos
estábamos dispuesto a volver con una sonrisa de agradecimiento a
esa casa que nos acogió como hijos por una semana, en la cual
disfrutamos,
trabajamos y compartimos, en aquella que aprendimos
y pudimos enseñar, las expectativas eran inciertas, solo nos
acompañaba el cariño y la cercana relación que habíamos tenido
con nuestra familia en el secano costero.
Separado por sectores y cada uno con una
motivación diferente salimos al encuentro de nuestras familias,
en cada una de las casas fue toda una sorpresa, por alguna razón
y para beneficio de nosotros, llegamos de imprevisto a los
diversos hogares y donde las diferentes familias que nos habían
recibido, la sorpresa fue aun mayor cuando vieron que no éramos
solo dos los que llegaban, sino un grupo de cinco o seis
personas que volvían a visitar a su familia, la alegría en el
momento del encuentro debe haber sido parecido en cada una de
las casas, en nosotros, en las dueña de casa, en el jefe de
hogar, en los hijos y en los nietos, acogiéndonos nuevamente con
la misma cara de ternura que la primera vez, el dialogo era
mucho más fácil era
como llegar a nuestra casa y conversar de
cualquier cosa en la que sabíamos que no íbamos a ser criticados
y mucho menos impertinentes, éramos para los ojos de esa familia
un integrante más que por mucho tiempo no la visitaba.
Los objetivos en cada uno de nosotros lo desconocíamos, a lo
mejor ni si quiera existían, solo era llegar a esa casa para
estar unas horas junto a tan pura y amable familia, en algunos
casos, de mejor o de peor situación, existía un solo
sentimiento, que era el que reinaba la casa, la alegría de
volver a ver los rostros de personas unidas por el cariño creado
y formado en una semana, no cualquier semana, sino la de
experiencia rural.
El objetivo se cumplió. Floreció aquel
sentimiento de cariño que al fin de la semana de la experiencia
rural del año anterior se concreto, y que todo el sacrificio que
nosotros podamos atender en nuestros estudios y trabajos no se
comparan con el amor de esas familias que pocas veces tienen la
posibilidad de saber lo que es la ambición y la maldad, solo
atendían al amor y al cariño que pueden alimentar y crear lo más
hermoso de una persona, su corazón.