El comité de las damas maristas -estamento de la institución y siempre con la mejor disposición- nos permitió degustar de una rica comida. La buena atención y los ricos platos le dieron a la cena la calidad esperada. Sin embargo, no debemos olvidar el equipo de auxiliares; ellos prepararon el lugar, ordenaron las mesas y colocaron una pantalla gigante, gestora de recuerdos y sentimientos, que por medio de sus imágenes y videos, hicieron revivir los momentos más importantes del colegio. El instante final fue el más significativo: todos cantaban, a viva voz, el himno del Instituto O’higgins. Al corearlo, la gente se llenó de orgullo. Cuando nos ponemos a recordar todas las cosas bellas que hemos hecho, en pro de la comunidad marista, surge una felicidad muy especial, una gratificación, un llamado a seguir trabajando unidos y en armonía. Cuando comencé a formar parte de esta fundación, hace 4 años, ya podía percibir en el ambiente la impresión de acogida, de calidez. Los alumnos no solamente se deben desarrollar en el ámbito estudiantil, sino que también en lo personal. Una mirada o un saludo afable son elementos que motivan a los estudiantes y a la comunidad.
 
Como presidente del C.A.A. y como alumno agradezco especialmente al hermano Jesús y a todo su equipo, por darme la oportunidad de pertenecer a esta gran familia. A través de ella he tenido el empuje para crecer como persona y ser feliz. Es, exactamente, como lo dice el lema: “Buenos cristianos y virtuosos ciudadanos”.