En la mañana del día Miércoles 7 de Octubre,
salimos casi todo el 2ºA en un bus con rumbo al colegio
Marcelino Champagnat de la Pintana, íbamos con nervios porque
era un nuevo mundo que nos llevaban a conocer.
Cuando llegamos al colegio, ellos y ellas estaban
esperándonos, hacía frío y ellos estaban afuera. Al comienzo
nadie se atrevía a hablar con nadie, estábamos separados en dos
grupos, nadie quería tomar la iniciativa de hablar con los del
colegio Marcelino, hasta que uno de nosotros empezó a hablar con
ellos, y él fue quien nos dio el impulso a los demás para
integrarnos a la conversación. Después pasamos a otro lugar del
colegio, una plazoleta bien cuidada y linda, en ese lugar
jugamos para conocernos, era un juego en que nos presentábamos y
hacíamos una penitencia, fue el primer momento de unificación.
Después nos juntamos con los que nos asignaron.
Por lista (la de ellos) nos separaron en dos grupos, unos(en el
que estaba yo) fuimos a un hogar de ancianos y los otros fueron
a un hogar de cristo. En el hogar de ancianos ayudamos a
ornamentar un jardín, nos quedo muy bueno, también escuchamos
las cosas que los abuelitos nos querían contar, nos mostraron su
felicidad, su emoción por que los visitábamos.
Cuando terminamos ahí, nos fuimos a comer a las
casas de nuestros nuevos compañeros, nos atendieron muy bien,
como si fuéramos su propia familia, me di cuenta que para ser
solidario no es necesaria una moneda, y lo único que importa es
lo que uno como persona tiene es su corazón, ellos sin tener
muchos recursos, se preocuparon de tenernos una rica comida, que
mas rica estaba con el amor que le pusieron esas manos
cocineras, esas manos de madre.
Después tuvimos momentos de recreación, jugamos
fútbol, voleiball, a las quemadas y nos dieron un tour por su
colegio, me sorprendí al ver tantos lugares, el colegio era muy
grande y completo.
Cuando ya caía la tarde ellos nos dieron once, comimos por
segunda vez en el colegio, porque al principio nos dieron
desayuno. Esta once fue muy buena para todos, del Marcelino y
del Ohiggins, porque como ya nos conocíamos pudimos hablar con
toda libertad.
Terminamos la once, y salimos al patio, algunos
nos pusimos a cantar, otros hablaban, pero nadie estaba solo,
todos juntos, sin diferencias. Llegó el momento de despedirse, y
al igual que nos saludamos por primera vez en la mañana ellos
formaron una fila para decirnos chao, pero no un chao para
siempre, por que mas adelante nos volveremos a encontrar, pero
esta vez en nuestro colegio, aquí en Rancagua.
Así terminó nuestro viaje, así comenzó una nueva
historia en que nos juntamos como iguales, como Jesús siempre lo
quiso, como difícilmente ocurre en esta sociedad globalizada.