La Experiencia
Rural se llevó a cabo este año desde
el 5 al 31 de octubre. Cuatro terceros medios participaron de
esta extraordinaria experiencia de vida en donde se vive la Fe.
La experiencia rural es una actividad de
crecimiento personal destinado a los jóvenes de tercero año
medio que, año tras año, son recibidos por familias del secano
costero durante una semana.
Su tarea es ser miembro activo de
una familia rural, es decir, tener que trabajar como uno más.
El secano costero de la sexta región constituye una de las
zonas con menos desarrollo dentro del país, aquí la actividad
principal es la agricultura y ganadería de subsistencia. En
algunas partes se explota la lana de alpaca y la carne de
ñandú. Es en esta zona donde familias contactadas mediante los
párrocos de los pueblos de La Estrella, Litueche y Marchihue
reciben a jóvenes con el ánimo de compartir y vivir una semana
entre ellos.
Con una hospitalidad digna de ser imitada,
las familias que reciben jóvenes (puede ser de uno o dos)
están felices, y esperan cada año para que este nuevo miembro
de la familia llegue y sea por un tiempo uno de ellos. Trabajo,
esfuerzo, dedicación y fe son los hilos conductores de estas
familias que se hacen parte de esta experiencia que nace de la
necesidad de abrir nuevos mundo a los jóvenes de nuestro
colegio, que sean capaces de dejar su vida normal y, desde la
familia que lo recibió, sean capaces de mirar su vida desde
afuera, ya que es esta vivencia lo que les hace valorar lo que
tienen, además de agradecer el amor que con mucha facilidad les
entregan por siete días.
En
estos lugares de la región, los paisajes y caminos son
desolados e infinitos, lo que los hace ser inaccesibles para
alguien que no conoce a cabalidad el lugar, esto hace que sólo
un conocedor sepa hacia donde ir y que bifurcación se debe
tomar, papel que juegan muy bien los profesores que acompañan y
visitan diariamente las casas donde se hospeda cada uno de los
jóvenes y que por lo tanto son parte fundamental de que la
experiencia resulte positiva y bien organizada.
El mundo se hace de palabras y conversaciones, y son éstas las
que queremos dar a conocer en testimonios de personas que
vivieron en carne propia esta experiencia. La Señora Maggi de
Manquehua, cerca de Litueche nos cuenta lo que siente y lo que
ha vivido: "ojalá que esta experiencia les sirva de mucho
para que vean la diferencia que tienen ellos allá (en
Rancagua), de lo que uno tiene
aquí";
"A
mí me hubiera gustado que todos hubiesen pasado por esta
experiencia, porque les sirve una enormidad, para que el día de
mañana digan que ellos se atrevieron a venir, ya que hay varios
que no se atreven porque piensan que esto les va a quedar
grande, que no les va a gustar, pero hay que atreverse, hay que
hacerlo"; "Yo le doy gracias a las mamás, que
confían en nosotros, que no nos conocen, no saben quiénes
somos. Que sepan que cada niño que ha estado aquí, se ha
llevado un pedacito de los corazones nuestros"; "Yo he
sido feliz con esta experiencia y estoy feliz con lo que hago,
porque voy haciendo como una cadena que ojalá que no se corte.
Yo le digo a todos lo niños que me dicen -la voy a llamar- y
nunca lo hacen, que se acuerden que dejan una viejita que los
quiere y lo adora y los va a recordar siempre y que mientras yo
viva van a estar las puertas abiertas en mi casa"
Sin duda que estas palabras reflejan el compromiso que hay y
demuestra con creces la hospitalidad con que estas familias
abren sus puertas a la comunidad del instituto O'Higgins.
Esperamos que este noble proyecto esté recién comenzando y que
le queden muchos años de vida, porque la verdad es que es una
experiencia de las que no se olvidan y de las que se aprende
más que de un libro o una sala de clases y es que las personas
con que se convive durante estos siete días son tan grandes en
espíritu y tan honestas en su actuar, que parecen sacadas de un
cuento, pero que son de carne y hueso y están ahí, dispuestos
cada año a entregar consejo, hospitalidad, cariño y siete
días, para que un joven cambie su visión de mundo y la ponga
al servicio de ellos.
Por Jorge Ossandón Rosales
4° Humanista