Noticias
Perdona de Corazón
Por
Instituto O'higgns .
Publicado:
1 Septiembre 2002
Leido 362 veces
Esta Palabra de Vida ha sido tomada de uno de los libros del Antiguo Testamento, escrito entre el año 170 y 180 antes de Cristo, por BEN SIRA, un sabio, un escriba que desarrollaba su misión de maestro en Jerusalén. Enseña un tema muy apreciado por toda la tradición sapiencial bíblica: Dios es misericordioso con los pecadores y nosotros tenemos que imitar su forma de proceder.
 El Señor perdona todas nuestras culpas porque "el Señor es ternura y compasión, lento a la cólera y lleno de amor" (Salmo 103). Dios perdona porque, como todo padre, como toda madre, ama a sus hijos y por lo tanto los disculpa siempre, oculta sus errores, les da confianza y los alienta sin cansarse nunca. Como padre y madre, a Dios no le basta amar y perdonar a sus hijos y a sus hijas. Su mayor deseo es que ellos se traten como hermanos y hermanas; estén de acuerdo, se quieran, se amen. El plan de Dios para la humanidad es la fraternidad universal. Una fraternidad más fuerte que las inevitables divisiones, tensiones, rencores que se insinúan con tanta facilidad, por incomprensiones y errores. Muchas veces las familias se deshacen por no saber perdonar. Viejos odios mantienen divididos a parientes, grupos sociales, pueblos. Incluso, a veces, hay quien enseña a no olvidar las ofensas recibidas, a cultivar sentimientos de venganza....Entonces un sordo rencor envenena el alma y corroe el corazón. Algunos piensan que el perdón es una debilidad. No es cierto; es la expresión de un valor mucho más grande, es amor verdadero, el más auténtico, porque es el más desinteresado. "Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué mérito tiene" (San Mateo 5,42) También a nosotros se nos pide que, aprendiendo de Él, tengamos un amor de padre, un amor de madre, un amor de misericordia con todos los que se cruzan en nuestro camino durante el día; especialmente con quien se equivoca. Por otra parte, a los que están llamados a vivir una espiritualidad de comunión; es decir, la espiritualidad cristiana, el Nuevo Testamento le pide más todavía: "perdónense los unos a los otros" (Colosenses 3,13) El amor recíproco exige casi un pacto entre nosotros: Estar siempre dispuestos a perdonarnos unos a otros. Sólo así podremos contribuir a la realización de la fraternidad universal. "Perdona a tu prójimo el daño que te ha hecho, así cuando tú le pidas, te serán perdonados tus pecados". Estas palabras no sólo nos invitan a perdonar, sino que nos recuerdan que el perdón es la condición necesaria para que también nosotros, podamos ser perdonados. Dios nos escucha y nos perdona en la medida que nosotros sepamos perdonar. El mismo Jesús nos advierte: " la misma medida que ustedes usen para los demás, será usada con ustedes" (San Mateo 7,2) "Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia" (San Mateo 5,7) En efecto, si el corazón está endurecido por el odio ni siquiera está en condiciones de reconocer y de dar cabida al amor misericordioso de Dios. Entonces, ¿cómo podemos vivir esta Palabra de Vida Ciertamente perdonando enseguida si hubiera alguien con el cual todavía no nos hemos reconciliado. Pero esto, no basta. Habrá que escudriñar en los rincones más escondidos de nuestro corazón y eliminar también la simple indiferencia, la falta de benevolencia, toda actitud de superioridad, de descuido por cada uno de los que pasan a nuestro lado.
Se requiere, además, una tarea de prevención. Y así, cada mañana, ver con nuevos ojos a los que voy encontrando en mi familia, en mi colegio, en mi trabajo.... Dispuestos a dejar pasar cosas que no van con nuestro modo de ser, dispuestos a no juzgar, a trasmitir confianza, a esperar siempre, a creer siempre. Acercándome a cada persona con esta amnistía completa en el corazón, con este perdón universal. No recuerdo para nada sus defectos, cubro todo con el amor. Y a lo largo del día trato de remediar un desaire, un estallido de impaciencia, pidiendo disculpas o entregando un gesto amistoso. Ante una actitud de instinto de rechazo del otro, respondo con un gesto de plena acogida, de misericordia sin límites, de perdón completo, de coparticipación, de atención a sus necesidades. Entonces también yo, cuando eleve la oración al Padre Dios, y sobre todo, cuando le pida perdón por mis errores, veré que mi petición es escuchada y podré decir con plena confianza: "Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (San Mateo 6,12) Chiara Lubich en Palabra de Vida. Septiembre 2002
Envió Máximo del Pozo Hernández
Hermano Marista.


Publicado en:
© CONGREGACIÓN DE LOS HERMANOS MARISTAS
Ámbito de Diseño, Informática y Comunicaciones